
"Él condujo en silencio todo el tiempo, yo tampoco tenía ganas de hablar, pero cuando se detuvo al otro lado de la calle, enfrente de la verja, se volvió hacia mí.
- Quiero que me prometas algo-su voz se había vuelto grave de repente.
Asentí con la cabeza, él hizo una pausa.
- Quiero que me prometas que, pase lo que pase, recordarás siempre dos cosas. Dime que lo harás.
Volví a asentir, estaba muy intrigada, casi preocupada por el tono en el que me hablaba.
- La primera es que el sexo y el amor no tienen nada que ver.
- Eso ya me lo dijiste anoche.
- Bien. La segunda es que lo de anoche fue un acto de amor-me miró a los ojos y los suyos eran tan negros, tan brillantes como nunca los había visto antes-.¿De acuerdo?
Me paré a meditar unos segundos, pero fue inútil. No sabía qué quería decir con todo eso.
- No te entiendo.
- No importa, prométemelo.
- Te lo prometo.
Entonces volvió a ser el Pablo de antes, el de siempre. Me sonrió, me dio un beso en la frente, me abrió la puerta y se despidió de mí.
- Adiós, Lulú. Sé buena, y no crezcas."