Ahora imaginate que tu primer trabajo es con tu papá, que es un
millonario gigantesco que tiene la obra pública más grande de la nación y
de toda América, y que lo que te toca, es ser el jefe de eso.
Bien.
Tenés 25 años, sos un pibe, y desde bien chiquito ya naciste siendo millonario.
Fuiste a las mejores escuelas privadas, tus vacaciones incluían viajes
por todo el mundo y tuviste empleados siempre. Empleados en tu casa,
empleados que te cocinan, empleados que te llevan, empleados que te
cuidan.
Creciste en una cuna de nubes de algodón y cristal y
desconocés lo que es quedarse sin guita, no tener más plata para un
trago en una discoteca o comer pizzas de pan al horno con salsa y queso
mantecoso.
Conociste al mar desde muy chico y fueron mares de Europa, además de los mares argentinos.
Antes de conocer a tu país, conociste a otros países, sus culturas, sus lujos.
Nunca te metiste la mano en el bolsillo y dijiste "no me alcanza" ni en
la cola de un supermercado, ni a la hora de mirar un par de zapatillas
con añoranza en un negocio, ni pensaste en la posibilidad de trabajar o
estudiar, porque tenías dinero y podías estudiar para ser lo que querías
ser.
Preso de tu libertad, tu destino no era más que el de
regentear o gerentear empresas heredadas de alguien que la hizo desde
abajo como tu padre.
Tus deseos fueron siempre órdenes porque fuiste el mimado de tu propia familia que cada día que pasaba, era un poco más rica.
Sí, quizás tenías alguna tristeza como los niños ricos, pero esa es otra historia.
Nunca un Jefe te hizo quedarte más horas por la misma plata.
Nunca te regañaron por llegar tarde.
Siempre pudiste faltar para terminar tus estudios con toda la tranquilidad del universo y el dinero.
Jamás fuiste a hacer las compras a un supermercado o almacén. Quizás ni a un kiosco.
Desconocés absolutamente lo que implica un viaje en colectivo porque
desde chico no sólo tenés auto: tenés una fábrica de autos y podés
elegir color, modelo, y detalles.
La primera vez que te subís a un subte es a los 50 años y te asombra pero te bajás rápido.
Nunca sentiste en cualquier noche, la mezcla de miedo a que te roben
con el frío del invierno, en una parada de colectivos a las 3 de la
mañana en un barrio que no es el tuyo para luego viajar una hora y media
hasta tu casa, adonde entrás metiendo la llave mirando a los dos
costados antes de hacerlo.
Tu momento de máximo terror fue cuando
te secuestraron 12 días y ahí te diste cuenta que la vida era real. Y
lo resolviste como resolviste absolutamente todo en tu vida: con dinero,
con mucho dinero.
Y volviste a la libertad que te dio siempre el dinero.
Quisiste ser gerente y lo fuiste.
Quisiste fundar una empresa a los 24 años y la fundaste. Con la plata de tu padre.
Quisiste ser gerente de varias empresas más a la vez y lo lograste. Empresas de tu padre.
Quisiste ser Presidente de Boca y lo lograste.
Quisiste ser Diputado y lo lograste.
Quisiste ser Jefe de Gobierno y lo lograste.
Quisiste ser Presidente y lo lograste.
Entonces sí, el cielo es tu único límite y no te queda otra más que ser
sincero: seguir con tu ideología, lo único que tenés, tu manera de ser y
de vivir.
Tus vivencias fueron siempre las mismas, acolchado en el poder de ser siempre, siempre, siempre, el Jefe.
Jamás respetaste a ningún presidente y menos a un cura, bastante menos a un Papa.
Porque toda tu vida fuiste Jefe. Tuviste una vida que no fue muy
alocada, entonces no tenés idea ni de que es el riesgo de la vereda.
No conocés al mundo real como lo conocen las mayorías.
Haciendo un vistazo rápido, podríamos decir que si te sacaran el dinero, no estarías preparado para la vida.
Pero el dinero te condena, te manda y te obliga, y así es como avanzás en el mundo.
Jamás hiciste algo que no querías hacer: repartir pizzas en bicicleta
de noche, trabajar en un circo, atender una verdulería, cortar el pasto,
pintar una casa, trabajar en un Mc Donald´s, ser telemarketer, cajero
de un supermercado.
Jamás escribiste un CV con todo el pánico que te
da equivocarte, jamás te sacaste una foto 4 x 4 para adjuntar en un
currículum y te pareció que saliste mal.
Jamás buscaste trabajo en el diario.
Nunca miraste un aviso de "buscamos repositor" en un supermercado para evaluar si tomabas ese trabajo o no.
Jamás levantaste un balde con materiales para construir.
Jamás agarraste una pala.
Nunca supiste lo que es decirle a un hijo que no te alcanza la plata.
Nunca sentiste la tristeza de decirle a un sobrino que no se puede ir a Disney.
Nunca cambiaste de marca de cigarrillos porque no te alcanza.
Nunca evaluaste a principio de mes si comer afuera una o dos veces en el mes, o pedir delivery sólo cada quince días.
Nunca usaste la misma remera durante tres años porque tenés cinco remeras y nada más.
Nunca tuviste la ropa sucia.
Nunca lavaste ropa ni a mano ni con el lavarropas automático ni la llevaste al Lave Rap.
Nunca pediste una zanahoria, una plantita de lechuga chica y una cebolla en la verdulería, porque nunca fuiste a la verdulería.
Nunca te pareció un lujo poder comprar una Coca Cola.
Nunca te pareció maná del cielo poder comprar dos gaseosas para comer
en un restaurante, porque la primera te la tomaste demasiado rápido, y
nunca cuando fuiste a comer afuera, tomaste despacito la Coca Cola esa
de vidrio chiquita fría y finita con olor a vainilla, para que te rinda
hasta el final de la comida.
No hiciste nunca una fila para que te atiendan en un Pago Fácil. Porque el Pago Fácil es TUYO.
No sacaste nunca un turno a las cinco de la mañana en un hospital para que te atiendan a las tres de la tarde.
No sentiste jamás el olor que emana de un comedor de una escuela pública, ese olor pesado, olor rico que sale de la cocina.
No sabés lo que es ahorrar en un chanchito pesito por pesito para poder
comprar ladrillos para hacerte una pieza nueva en el barrio.
No conocés lo que es tener que elegir entre hacerte un corte de pelo o comprar los libros de la escuela.
No tenés la menor idea de qué es pedir un aumento, la tensión que te genera saber que te lo pueden rechazar o echarte.
Jamás fuiste a una popular ni sacaste una entrada haciendo fila. Ni
para un partido, ni para un recital, ni para nada, porque naciste con la
pulserita VIP en tu muñeca.
Nunca corriste a un tren y se te escapó.
Nunca sentiste la agobiante felicidad de ver que una persona se para y
se baja del colectivo y te podés sentar después de un rato de viajar
parado.
Nunca usaste una combi ilegal que va a toda velocidad para transportarte de un punto a otro de la provincia.
Nunca viajaste en un micro de larga distancia con la comida escasa que te dan cuando viajás.
Nunca le pediste a alguien que te traiga algo de otro país porque acá no se consigue, porque ibas y lo comprabas vos.
Nunca te echaron del trabajo.
Jamás te sancionaron por llegar tarde.
Nunca usaste la SUBE ni tenés una.
Nunca hiciste paro.
Nunca frizaste una prepizza para comer "algún día".
Nunca frizaste asado para calentarlo más adelante.
Nunca hiciste un guiso ni tenés idea de cómo se hace. Quizás nunca comiste un guisito.
Nunca sentiste frío.
Nunca evaluaste lo caro que sale un ataúd para un ser querido ni
hiciste el esfuerzo de juntar plata entre muchos para el velatorio.
Nunca le tuviste que pedir prestada plata a un amigo, con la cara
desencajada de la vergüenza y prometiendo devolverlo en dos o tres
cuotas, aún cuando la suma sea pequeña.
Nunca tuviste que ir a vivir a lo de tu vieja o lo de tu hermano o lo de un amigo porque te separaste de tu mujer.
Nunca compraste un DVD Screener trucho en una esquina.
Nunca te tomaste una birra en la calle.
Nunca tuviste la barba crecida porque no tuviste tiempo de afeitarte.
Nunca compraste un coche usado ni te querías matar cuando viste cuánto salía el seguro de ese auto.
Nunca fuiste a un baño público lleno de mierda y meo y toallitas usadas.
En tu vida entraste ni entrarás a un baño químico.
Nunca le hiciste un mate cocido a nadie.
Pero te toca ser Presidente.
Elegís ser Presidente y una mayoría te elige entre otras opciones para que seas Presidente de todos.
Y cuando llegás, hacés lo único que sabés hacer, que es ser Jefe, sin
absolutamente ninguna historia que avale que conocés la vida real.
Porque naciste, creciste y te vas muriendo en la nube de algodón y risas.
Y nosotros aquí.
Del otro lado del alambrado.
Pretendiendo que tengas sensibilidad social.
Esperando que comprendas a un mundo que no conocés.
Soñando con que en realidad entendés en carne propia lo que significa vivir en éste país.
Creyendo que podés evaluar algo que jamás viviste.
Añorando que por más que no conozcas el funcionamiento de la sociedad, a
las personas, ni a sus historias, vas a saber trabajar sobre ella y
sobre todos los sueños de las personas.
Qué tontos hemos sido.
Fuente:
JPD