
x Arthur Rimbaud - Tan pronto como la idea del Diluvio se hubo serenado, Una liebre se detuvo entre las esparcetas y las campanillas móviles y dijo su plegaria al arco iris a través de la tela de araña. ¡Oh!, las piedras preciosas que se ocultaban, - las flores que miraban ya. En la ancha calle sucia se alzaron los tenderetes, y arrastraron las barcas hacia el mar escalonado arriba como en los grabados. La sangre corrió, en casa de Barba Azul, - en los mataderos, - en los circos, donde el sello de Dios palideció las ventanas. La sangre y la leche corrieron. Los castores construyeron. Los "mazagranes" humearon en los cafetines. En la casona de cristales, todavía chorreante, los niños de luto contemplaron las maravillosas imágenes.
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