Se puede ver en YouTube. En un local indeterminado de Buenos Aires, una banda de covers de Serú Girán toca "No llores por mí Argentina". Se llaman Nuevos Vagabundos, y entre la fritura que capta el micrófono del celular se nota que suenan bien, ajustados, sin excesos de virtuosismo pero con la pericia necesaria para encarar tan célebre y complejo repertorio. En la voz, un señor calvo con la casaca de Argentina deja la vida. Ahora le toca hacer de Charly García, pero no tendrá problemas en ponerse el traje de David Lebón un rato más tarde para hacer "Cuánto tiempo más llevará". A ese hombre, el cantante, muy pocos de los presentes lo identifican, pero todos lo conocen.
Antes –25 años antes, para ser exactos- metió un hit en todas las radios del país, de Latinoamérica y de España; y después otro, y otro. El falso García se hizo famoso en el 95 rapeando "oye pana, oye brother, yo no hago caso lo que hablan los rumores de mí, pues soy bien hombre: de nacimiento Machito es mi nombre", con acento caribeño. El vocalista de Nuevos Vagabundos se llama Gustavo Radaelli pero es más conocido por el seudónimo que usó en los 90: Machito Ponce.
El personaje, Machito, estuvo muerto y enterrado. "Yo no quería que me lo nombren, me enojaba feo", dice Gustavo. Entre 1998 y 2008, el intérprete de "Short Dick Man", "Ahora te voy a poner a gozar", "Lick It", "Póntelo" y "Samantha" guardó la tonada centroamericana en el ropero y se dedicó a la imprenta familiar, a producir, a componer jingles, a trabajar en una multinacional del entretenimiento en la que hasta hoy sigue siendo gerente. "Terminé muy mal con la industria. Regalías, tema de contratos, etc. Justo fallece mi viejo al mismo tiempo que yo tengo el quilombo de reclamos judiciales y mandé todo a la mierda".
Lo que Gustavo mandó a un lugar lejano empezó junto con la década del 90, cuando conoció a Darío Moscatelli en una noche de colados en Radio del Plata. "Era la época de auge del rock nacional. Nosotros queríamos ser Soda Stereo o Virus", recuerda, pero el contacto con los hermanos Alejandro y Nicolás Guerrieri y -especialmente- la intervención del empresario Bernardo Bergeret (entonces dueño de la mítica Z95, luego funcionario del Incaa) los llevó a sonidos más "modernos", en épocas en los que samplers y sequencers en la Argentina eran ciencia ficción. ABR Discos, el sello de Bergeret, necesitaba canciones sin que necesariamente hubiera grupos reales detrás de ellas: ahí es donde entraron Darío y Gustavo como compositores en serie.
Con las antenas paradas a la caza de posibles hits, un día se cruzaron con una canción del grupo alemán Chocolate que la venía rompiendo en Europa y tenía potencial: se llamaba "Ritmo de la noche", así, en español. "A Darío no le gustaba y yo le dije: ‘metámosle algo en el medio’, porque él decía que no había nada para hacer. Ahí escribimos el rap y quedó", recuerda Gustavo. Para tocarla se creó The Sacados, grupo que integraron ambos: Darío como frontman y Gustavo como percusionista. La versión argentina de "Ritmo de la noche" lleva la firma de quien sería, poco después, Machito Ponce.
Tampoco había mucho para hacer con "Short Dick Man", de 20 Fingers, un tema en el que una chica exigía (en inglés) no más miembros diminutos. "Si no se entiende lo que dice la chica no tiene gracia", sostenía Bergeret, y la solución vino otra vez en forma de rap: "Pusimos a un tipo para que se defendiera de las acusaciones de la chica en español, para que dijera que era todo mentira". Así nació "Short Dick Man", la argentina, la canción que nos recuerda que "ya verá’, no es cuestión de talla, pues lo importante es que nunca me falla", un dueto entre la cantante Diamanda Turbin y… momento, ¿quién es ese que aparece en el video?
"Tengo facilidad para los acentos: quizás sea mi único talento innato", dice Gustavo. Por eso, aunque él es más de Wilde que recorrer la avenida Cadorna en el 17, Machito rapea como centroamericano. A ese personaje había que encontrarle una cara, y el sello se encargó de buscar un muchacho cubano que hiciera concordar acento y fisonomía. "Resulta que después la canción pega en España y me llaman a mí para ir, porque el cubano no tenía papeles", dice el Machito auténtico.
Lo siguiente parece una elipsis pero no lo es: de la publicación del single pasamos a 30 mil personas en Madrid coreando el nombre artístico de Gustavo. Así de meteórico fue todo para Machito: "Short Dick Man" fue número uno; "Lick It", otro tanto; "Póntelo" se cansó de sonar y "Samantha" estalló en pleno caso Cóppola, tal es así que hasta el día de hoy se la piden. Fue a lo de Susana, a lo de Tinelli, a Jugate conmigo un par de veces. Aunque a la distancia no parezca, su carrera en los 90 duró menos de tres años.
"Me acuerdo de estar tocando en España, tipo cinco de la mañana, en un boliche en el que había ocho personas. Yo tengo la ventaja de que toco con lentes, así que muchas veces cierro los ojos: delimito un movimiento de escenario y canto con los ojos cerrados. Es un mambo de escapismo de la situación chota. Y así como estuvo eso también toqué en un festival tecno en Tenerife donde había 150 mil personas. Te preguntás: ‘¿cómo llegué hasta acá?’", dice Gustavo. En medio de eso se le empezaron a amontonar los amigos del campeón que huyen como ratas cuando al barco le entran las primeras gotas: "Es así, tal cual. Te invitan al VIP y después te dejan esperando en la puerta. El día que dejás de sonar por la radio cambiás de categoría: te vas a la B ".
Como todo en la vida, la fiebre Machito pasó. Lo que para otro podría haber sido una puñalada al ego, para Gustavo no fue tan trágico gracias a esta dualidad entre persona y personaje. "Yo siempre jodo con eso de Batman y Bruno Díaz: un momento para cada cosa. Yo llegaba a un lugar en el interior, había gente y después del show te pedían fotos. Y después volvía a mi casa, iba al supermercado y no me conocía nadie", dice. En pleno auge, Machito fue a comprar un long play de Pink Floyd a una disquería y el empleado lo reconoció y puso "Short Dick Man". Él, sin inmutarse, se acercó a la caja: "Sos vos, ¿no?", le preguntó el cajero con una sonrisa. "¿Quién?", respondió él haciéndose el desentendido. "Éste, Machito Ponce". La respuesta final fue inapelable: "¿A vos te parece que si yo fuera el tipo que canta esto me estaría llevando un disco de Pink Floyd?". Después de eso no hubo más diálogo. Le cobraron y se fue.
"Eso de no querer ser tan reconocido tenía que ver con no estar del todo seguro de querer ser recordado por eso que estaba haciendo. Quizás si hubiera escrito ‘De música ligera’ querría salir a todos lados", dice Gustavo. Lo suyo no era orgullo, pero tampoco vergüenza: rondaba el gris del –por decirlo de alguna manera– necesario sustento. Y así fue como terminó la aventura, con el infaltable desencanto con la industria. Y Machito feneció, y fue (auto)repudiado.
Diez años tuvieron que pasar para que Gustavo considerara revivir su criatura. La fiesta Bizarren estaba desatada con su fiebre retro y el rescate de los 90 empezaba a asomar: "Yo no quería pero el pibe me convenció, y la verdad que estuvo buena la reacción de la gente y cómo armaron todo el circo. Yo tenía rechazo a la idea de volver a cantar y que la gente me mirara como diciendo ‘¿éste quién es?’". Después lo llamaron de otro lado y de otro, y como quien no quiere la cosa lleva doce años siendo Machito de nuevo. Cuatro veces más tiempo que en su encarnación original.
"En el laburo se sabe quién soy, aunque tenemos un acuerdo tácito de no traerlo a colación en cualquier situación. Yo al principio tenía cierto prurito con ‘no me van a respetar’, pero está todo bien. De hecho algunas veces ha servido para romper el hielo", dice. Cuando sale un show se lookea de MC caribeño (él, que nació en un hospital de la avenida Mitre en Avellaneda, es un auténtico dominicano… de Villa Domínico), y el resto del tiempo oscila entre la pilcha de gerente y la de cantante de Nuevos Vagabundos. Firmada la paz entre Gustavo y Machito, sólo queda divertirse. Y eso, seguro, no es chacotera.
Fuente La Nación
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