
Durante una noche de Navidad, una anciana le cuenta a su nieta la historia de Edward, un muchacho creado por un extravagante inventor que no pudo acabar su obra, y que dejó al joven con afiliadas cuchillas en el lugar de sus manos.
- Hace mucho tiempo, un inventor vivía en esa mansión. Inventaba muchísimas cosas.
- Un día, creó a un hombre. Y le dio entrañas, un corazón, un cerebro. Todo. Bueno, casi todo.
- Verás, el inventor era ya muy viejo. Murió antes de poder acabar al ser que había creado. Así que el hombre se quedó solo. Inacabado, y completamente solo.
- ¿Y no tenia nombre?
- ¡Claro que tenía nombre! Se llamaba Edward.
- Antes de que él viniera, no nevaba nunca. En cambio después, sí nevó. Si él no siguiera vivo, ahora no estaría nevando... A veces aún bailo bajo la nieve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.